Columna de Eugenio Rengifo,
Director Ejecutivo de Fondo Naturaleza Chile
Con uno de los sistemas de áreas marinas protegidas más extenso del mundo y 83.500 kilómetros de costa, si se incluyen las costas de islas y fiordos de la Patagonia, Chile tiene la gran urgencia de abordar el desafío de la conservación efectiva de ecosistemas marinos y costeros. En plena crisis climática y de biodiversidad, el desafío también es proteger el rol activo del océano como regulador del termostato del planeta, absorbiendo un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero.
En hábitats como la corriente de Humboldt y los mares Patagónico y Antártico transitan la mitad de las especies de cetáceos del mundo y se encuentra hasta un tercio de las macroalgas del planeta. Se trata del hogar de especies como el pingüino de Humboldt, el delfín chileno, la ballena jorobada, o el chungungo, vulnerables ante múltiples amenazas como el aumento de la temperatura de las aguas, la acidificación del océano, las prácticas pesqueras no sostenibles, la presencia de contaminantes, las especies exóticas invasoras y problemas asociados al tránsito y fondeo de embarcaciones.
Entendiendo que la protección del mar y las costas de Chile es de gran relevancia para la salud del planeta, en las últimas décadas, autoridades y comunidades del país han avanzado de manera decidida en crear áreas marinas, las que hoy alcanzan el 43% de la Zona Económica Exclusiva, para reducir la degradación de estos ecosistemas; fortalecer la adaptación a los efectos de la crisis climática que los afectan, tanto de la propia biodiversidad marina como de las comunidades humanas; contribuir desde las áreas marinas protegidas a iniciativas de carbono azul; y también dar oportunidades de desarrollo sostenible a las comunidades vinculadas al océano.
Si bien este nivel de protección oficial es muy alentador, el país se enfrenta al desafío de transitar desde los actos formales de designación de dichas áreas hacia la ejecución sistemática de acciones que permitan su implementación y manejo con resultados efectivos en conservación.
Este desafío es el que se planteó Fondo Naturaleza Chile, fundación que busca movilizar el financiamiento para la conservación del patrimonio natural en el país, a través del Programa de Áreas Marinas Protegidas de Chile que fue presentado para Chile y el mundo desde COP27. Se trata de un programa construido desde la colaboración entre instituciones como Ministerio de Medio Ambiente y SERNAPESCA y organizaciones de la sociedad civil con larga trayectoria ambiental como Oceana, WCS y WWF.
El programa de Áreas Marinas Protegidas integra un plan de gestión efectiva en áreas marinas protegidas para contribuir de esta manera a la conservación de la biodiversidad y al bienestar humano e incrementar la resiliencia de los ecosistemas marinos y costeros a los efectos del cambio climático. Las estrategias para lograr esta visión son diversas e interconectadas en una propuesta integrada y sistémica que propone un diseño para dar sostenibilidad financiera a las áreas marinas protegidas; fortalecer la gobernanza para la toma de decisiones de gestión; monitoreo de los objetos de conservación, sus amenazas y los efectos del cambio climático; la investigación; la fiscalización; promover medios de vida sostenibles para comunidades; la educación; los adecuados instrumentos de planificación y la conservación en terreno.
En materia de sostenibilidad financiera, sólo en el caso de las áreas marinas protegidas, el déficit de presupuesto para su operación el año 2020 era de 96% por lo que una de las tareas urgentes del Fondo Naturaleza Chile es buscar financiamiento con una meta de 350 millones de dólares para los próximos 10 años que se destinarán en su mayoría (80%) a las organizaciones y comunidades en los territorios que trabajan en conservación marina.
Se busca avanzar en reducir la brecha de financiamiento para la conservación efectiva a través de este fondo ambiental que cumple con los más altos estándares internacionales y que replica un exitoso modelo de financiamiento e inversión utilizado por más de 30 años a nivel mundial para la conservación de la biodiversidad. Un desafío convocante para ser activos en la conservación de este vivero de vida que confluye en los mares de Chile, pudiendo mostrar al mundo el compromiso desde los actores del mundo público y privado con la agenda de desarrollo sostenible.